El culto al pastorazgo

Cuando estoy de visita en algún país o iglesia y mis anfitriones preguntan por mis credenciales antes de subir al podio o púlpito, menciono mi rol como director de una organización educativa internacional y luego mis estudios académicos que incluyen títulos de grado y post-grado. Sin afán de agregar más cosas, trato de omitir el ministerio en mi iglesia local.

—¿Es usted pastor hermano Estuardo?

Pues… si —respondo con alguna reserva.  Cumplo funciones pastorales en mi congregación… Fui ordenado al ministerio en 1996…

Luego me doy cuenta que han olvidado todo lo anterior que mencioné sobre mi rol de liderazgo en el movimiento educativo continental o sobre mis títulos académicos. Soy presentado y automáticamente todo el mundo empieza a llamarme “Pastor Estuardo” o simplemente “Pastor”. Al principio me gustó, pero luego empecé a preocuparme.

No sos lo que pensás

Observé que algunos colegas en el ministerio llegan al extremo de reemplazar su nombre usual por el de “Pastor” o “Pastora”. Cuando la gente habla con ellos, suelen escucharse frases como “Pues fíjese pastor que el otro día…”; “¡Ay pastora, tengo una bendición que contarle!” El nombre de pila cae en desuso. Solamente en iglesias en donde hay varios pastores se mencionan los nombres, por supuesto precedidos del respectivo título: “Te cuento que el Pastor Roberto después de consultar con el Pastor Mario le está pidiendo a la Pastora Eunice que visite a la hermana Lucy”. Pareciera como si el ser pastor automáticamente nos coloca en un pedestal de honra y gloria que, no voy a negarlo, ¡se siente muy bien! Nada más cuenta, no importa cuánto haces en otro ministerio o si te mataste haciendo estudios universitarios que te ayudaron a obtener un título académico. Todo lo que cuenta es que ¡eres pastor! Al presentar a tu esposa, ella automáticamente se gana el título de “Pastora” ¡y ni preguntan si en tu iglesia hay tal cosa como «pastoras»!

A diferencia del uso que damos a los títulos académicos como “Ingeniero”, “Licenciado” o “Doctor”, el sustantivo “pastor” nunca fue concebido por Dios para ser usado como un título para anteponerse a nuestro nombre o apellido y menos para reemplazarlo. Ser pastor no es un título. Es una función. Así lo leemos en Efesios 4:11. De hecho, en el Nuevo Testamento es más frecuente la referencia a ancianos que a pastores, pero parece que a los líderes de las iglesias actuales no les agrada ese título y prefieren ser llamados pastores. Sigue leyendo