Más de Jesús… más como Cristo

La Biblia al Pie de la Letra_A.J.Jacobs

Hace unos años un libro, best seller en la lista del New York Times en 2008, llamó poderosamente mi atención y no pude resistir la tentación de comprarlo. En una mezcla de sátira, religiosidad profana y algunas verdades bíblicas, el autor A.J. Jacobs se embarcó en la aventura de practicar los principios de vida que la Biblia presenta, intentando demostrar que tal cosa es una tarea virtualmente imposible.  Me bastó leer poco menos de la mitad del libro para hastiarme del tono irreverente del autor. Por ejemplo, Jacobs toma Levítico 19:27 como base para deducir que la Biblia dice que hay que dejarse crecer la barba y así lo hizo durante todo el año que duró su experimento de vivir “bíblicamente”. Hizo otras cosas extremas como no sentarse en ningún lugar por temor que ahí se haya sentado alguna mujer «impura» y hasta buscar gente adúltera para lapidarlos.

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Vivir una vida como la que vivieron los personajes bíblicos, seguir el ejemplo de aquellos que la Biblia nos presenta como modelo de una vida que agrada a Dios puede ser verdaderamente desafiante. Pero de todos ninguno más desafiante de imitar que Jesús, el Hijo de Dios, ¡precisamente Aquel cuya conducta hemos sido llamados a imitar como sus seguidores que somos! Pablo dijo “Imítenme a mí, como yo imito a Cristo” (1 Cor. 11:1 NVI). Ser imitadores de Cristo inevitablemente nos hace un modelo a imitar por otros, y eso puede ser el pensamiento intimidante. No queremos ese compromiso, no nos atrevemos a asumir ese desafío. De hecho, las palabras de Pablo nos parecen arrogantes. La realidad es que Dios espera que todos seamos como Cristo.  Es lo que implican las palabras de Pablo en Efesios 4:13 “hasta que todos lleguemos… a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

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Es un tremendo desafío eso de embarcarnos en la aventura de ser como Cristo. Es un proyecto en el que hay que invertir cada minuto de la vida; un proceso que demanda cada gramo de atención y energía que podamos tener; un reto que para la mayoría representa un fracaso casi seguro. Pocos se animan a tomarlo porque nos parece un proyecto imposible, un proceso inacabable, un reto inalcanzable.

No es nada fácil seguir los pasos de Jesús.Es tiempo que aprender más a Jesús para poder ser más como Cristo.

¿Jesús o Cristo?

¿Cuál es la diferencia entre decir Jesús y decir Cristo?  ¿Por qué usamos los dos nombres para referirnos al Señor? Cuando nos referimos a Él por su nombre “Jesús” estamos haciendo énfasis en su humanidad y en su rol salvador.  Jesús (o Yeshúa, ιησουσ, Josué) es un nombre común entre los judíos cuyo significado es “El Señor Salva” (Yahweh salva). En contraste, Cristo no es un nombre sino un título que significa “ungido”.  Es la traducción griega del término hebreo que se refiere al “Mesías” en el Antiguo Testamento. De modo que cuando nos referimos al Señor como JesuCristo (como lo hace Pablo a menudo en sus epístolas, acompañado del título “Señor”) estamos expresando uno de los más grandes misterios de la fe cristiana: la perfecta humanidad de Jesús combinada con la perfecta divinidad de Cristo, o lo que los teólogos han llamado la “unión hipostática”.  No es que el Señor sea mitad Dios y mitad hombre. Durante su tiempo aquí en la tierra, Jesús fue 100% Dios y 100% hombre. El nombre Jesús entonces representa al ‘Hijo del Hombre’, como Él se refería con frecuencia a sí mismo, haciendo evidente su plena humanidad. Jesús es aquel que en su condición humana se acercó a nosotros, es como uno de nosotros, vivió como uno de nosotros, tuvo hambre, tuvo frío, experimentó dolor, manifestó todo un abanico de emociones humanas como las que tú y yo tenemos. Tuvo las mismas limitaciones de tiempo y espacio que nosotros padecemos y sobre todo, estuvo sujeto a experimentar la muerte.  Así lo pone Pablo en Filipenses 2:

5 Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, 6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre. (Fil. 2:5-11 RVC)

Al estudiar la vida de Jesús es necesario hacer un viaje en el tiempo y adentrarse en la narrativa de los Evangelios. Es unirse al grupo de discípulos y seguidores de Jesús y a través de los ojos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan ser testigos en primera fila de los milagros y las enseñanzas de Jesús. Pero—a diferencia de aquellas multitudes que lo buscaban—debe movernos más mera curiosidad en ver un milagro, interés de recibir comida gratis o la morbosidad de verlo enfrentar a los líderes religiososos. Nuestro interés debe ser, simplemente, conocer a Jesús.

Conocer a Jesús

Piensa en la persona con quien has compartido más tiempo de tu vida: cónyuge, padres, hermanos, compañeros de estudio o de trabajo. ¿Cuántos años de matrimonio se necesita para que alguien pueda decir que realmente conoce a su esposo o su esposa?  ¿10? ¿20? ¿30 o 40?  Algunos recién casados dirán “Con un año de casado ¡ya tengo todo lo que necesito conocer!”

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Al inicio de la relación con mi esposa Sheny comparamos nuestra aventura matrimonial y el reto de conocernos uno al otro con escalar una montaña. Para aquellos que piensan que iniciar una relación de noviazgo es haber conquistado la cumbre del amor, o que llevar a tu novia al altar matrimonial es como haber conquistado el Everest, debes saber que tienes mucho camino por delante. Así como una montaña se puede ascender por diferentes caras—y hay montañistas que así lo hacen—así también una persona tiene diferentes facetas, diferentes maneras de conocerla y, en el caso de una pareja, de conquistarla. Ahora piensa en Jesús. Si tú crees conocerle por haber leído alguna vez el evangelio de Juan, haber escuchado algunas prédicas o hasta haber leido algún libro, te invito a que no te conformes a lo que crees saber y te propongas conocer a fondo al Hijo de Dios, tal como se manifestó cuando estuvo aquí en la tierra.

Si esta relación con Cristo, este conocimiento de Jesús, es de tanto valor, ¿cuánto tiempo le dedicamos a cultivarla? Cuando una relación es importante para ti lo que uno quiere es pasar tiempo con esa persona, conocerla, que nos cuente todo acerca de él o de ella. Si alguien se interesa en tener una relación romántica, ¡bien haría en estudiar a la persona que le interesa! Saber qué es lo que le gusta y qué es lo que le desagrada.

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Mucha gente estudia a la persona de Jesucristo desde diferentes ángulos. Hay un ángulo biográfico, que nos presenta al Jesús histórico, como la figura que partió la historia en dos. Está el ángulo religioso, donde se representa a Jesús como la persona divina, rodeada de un halo de luz, casi esotérica; lejano e inalcanzable. Está el ángulo filosófico, donde estudiamos el impacto cultural que tuvo la enseñanza de Jesús al moldear la civilización y especialmente el pensamiento occidental. Podemos poner a Jesús bajo la lupa de la teología y volvernos unos expertos Cristólogos, eruditos de todo lo que respecta a la persona y la obra de Jesucristo.  Podemos ver a Jesús desde el punto de vista de todo lo que Él puede hacer por mí, salvarme, redimirme, rescatarme, sanarme, sacarme de mis problemas, consolarme… Solemos leer la vida de Cristo con la mentalidad de “Si Él multiplicó panes y peces por la gente, también a mí me va a proveer todo lo que necesito”; “Si él sanó al ciego, al leproso y al paralítico, entonces también me puede sanar a mí”;  “Si él tuvo compasión de la mujer con flujo de sangre entonces también tendrá compasión de mi”.  Todo es en función de , lo que Cristo puede hacer por mí. Pero todas estas perspectivas carecen de profundidad.

Proponte hacer un peregrinaje de la mano del Señor. Toma esto como una invitación a conocerle más, a tomar el tiempo para estar más con Él.  Más de Jesús… es una frase que expresa el anhelo de un corazón sediento de la presencia del Señor, el clamor de un fiel seguidor del Maestro, no para convertirme en un erudito en Cristología, sino para parecerme más a Él, para pasar cada minuto de mi vida en su dulce presencia; que dondequiera que vaya la gente no te vea a ti, sino a Cristo reflejado en tu vida. Que mis palabras sean Sus palabras, que mi mirada esté llena de Sus ojos, que mis pensamientos salgan de Su mente, que mis manos y pies sean movidos únicamente en virtud de Su gracia y Su poder para hacer lo que Él quiera, donde Él quiera, cuando Él quiera y como Él quiera.

Aprender a Cristo

Después de describir la manera en la cual viven aquellos que no conocen al Señor, Pablo dice en Efesios 4:20-21 (RVR)

20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, 21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.

Notemos que no dice (como lo traducen otras versiones) “aprender de Cristo” o “aprender acerca de Cristo” o “aprender sobre Cristo”. ¿Por qué se traduce “aprender a Cristo”? ¿Recuerdas cuando aprendiste a manejar bicicleta?  ¿O cuando aprendiste a cocinar? No es lo mismo aprender todo sobre como manejar un automóvil, es decir, toda la teoría que involucra conducir un vehículo en la ciudad o en carretera, cuánta fuerza hay que aplicar para aplicar los frenos o la descripción precisa de para qué sirve cada botón y perilla en el panel de control; nada de eso es útil si usted no tiene la oportunidad de sentarse al volante y lanzarse a la aventura de manejar. De la misma manera con Cristo.

Aprender a Cristo (εμαθετε τον χριστον emáthete ton Criston) significa que la persona de Jesucristo se convierte en el objeto de nuestro aprendizaje, el currículum que como cristianos debemos asimilar e interiorizar. No se trata solamente de aprender acerca de Cristo, como un cúmulo de información interesante, sino aprender a Cristo, como se aprende a leer, a cocinar, a manejar bicicleta o tocar un instrumento musical. Es un conocimiento que  se hace de tal manera parte de nuestra vida que se vuelve intrínseco, inseparable, parte integral de nuestro mismo ser. Tus hijos pueden aprender muchas cosas en el colegio, pero si ellos no aprenden a Cristo, ellos no han aprendido absolutamente nada de valor eterno. De todas las cosas que puedes aprender en la vida, de todas las cosas que te puede enseñar la universidad, la experiencia, la vida, la más importante de todas es aprender a Cristo, aprender Sus caminos, andar como Él anduvo. 

Ser como Cristo

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Una madre primeriza, de estrato social poco privilegiado y esforzada trabajadora, orgullosa me mostraba las fotos de su bebé de dos meses de nacido. Le pregunté, “Si viniera una pareja de norteamericanos, que no tienen la posibilidad de concebir un bebé propio y le ofreciera medio millón de dólares por su bebé ¿los aceptaría?”  Ante la rotunda negativa de ella, quien no apartaba sus ojos de la foto del bebé en su teléfono móvil, decidí elevar la oferta. “¿Qué tal por un millón de dólares?”  A lo cual ella sin titubear respondió de la misma manera. Antes que yo siguiera con este cruel juego, ella me dijo, “Hay cosas en la vida que no tienen precio. No hay dinero en el mundo que pueda comprar el gozo de tener a mi bebé en brazos cada día al volver del trabajo”. Así es como lo pone el apóstol Pablo en Filipenses 3 (NVI).  Después de enumerar todas las cosas que para él eran motivo de orgullo espiritual (5 circuncidado al octavo día, del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa; en cuanto a la interpretación de la ley, fariseo; 6 en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que la ley exige, intachable.) dice:

7 Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. 8 Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo 9 y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. 10 Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. 11 Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos. (Fil. 3:7-11 NVI)

A la hora de comparar todas las cosas que podemos tener en la vida, las cosas que podemos obtener como resultado de nuestro duro trabajo y sacrificio, todo el dinero, todos los títulos que la vida pueda darnos, tenemos que llegar a la conclusión que conocer a Cristo Jesús, compenetrarnos de la persona de Cristo en nuestra vida, buscar esa semejanza con él, es de mucho más valor que cualquier otra cosa en la vida. Pablo no escatima vocabulario para describir como deshechos orgánicos (lo que otras versiones traducen moderadamente como “basura”) las demás cosas que la vida puede ofrecer comparado con la excelencia del conocimiento de Jesús. Para él está claro que conocer a Cristo Jesús, ganar a Cristo, solamente lo conduce a una unión íntima con él. Conocer a Cristo se vuelve una obsesión tan poderosa que llega a convertirse en una simbiosis, una relación tan interdependiente, que las características de uno empiezan a fundirse con las de la otra persona. Esto es lo que suele suceder con personas que han estado casadas por largo tiempo, llegando en algunos casos a desarrollar hasta un parecido físico, según algunas personas. El intenso deseo de Pablo de llegar a ser semejante a Cristo lo expresó de esta forma en el conocido versículo de Gálatas 2:20:

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (RVR)

 

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