Hacer la voluntad de Dios y obedecerle sería muy sencillo si pudiéramos escuchar la voz de Dios tan claramente como la escucharon Moisés y los profetas de los que leemos en la Biblia. Pero hoy Dios pareciera estar jugando al gato y al ratón. ¿Cómo estar seguros que lo que estamos escuchando es realmente la voz de Dios hablándonos? Con tantas voces a nuestro alrededor enviando confusos y hasta contradictorios mensajes, es difícil distinguir la genuina voz de Dios hablando.
Dios habla
Francis Schaeffer (1912-1984), uno de los pensadores cristianos más destacados del siglo XX, escribió en 1972 un libro titulado «El está presente y no está callado» que leí al inicio de mi caminar con el Señor. Es uno de esos libros que solo el título te ministra. Schaeffer dice que si Dios es un Dios real, que está vivo y que puso su imagen y semejanza en nosotros, sus creaturas, que tenemos la capacidad de comunicarnos, entonces Él mismo debe tener esa capacidad de comunicarse y hablarnos. Pero, ¿cómo nos habla Dios?
Hoy existen muchos charlatanes auto-denominados “profetas” que reclaman hablar en nombre de Dios. Otros, escudándose en títulos de pastores, apóstoles o simplemente “siervo de Dios” manipulan en el nombre de Dios a multitudes, especialmente para su propio provecho económico.
¿Voz audible de Dios?
¿Cómo suena la voz de Dios? ¿Podemos creer cuando alguien dice “El Señor me dijo…”? ¿Será algo como lo que describe el Salmo 29 (NVI)?
La voz del SEÑOR está sobre las aguas; resuena el trueno del Dios de la gloria; el SEÑOR está sobre las aguas impetuosas. La voz del SEÑOR resuena potente; la voz del SEÑOR resuena majestuosa. La voz del SEÑOR desgaja los cedros, desgaja el SEÑOR los cedros del Líbano; hace que el Líbano salte como becerro, y que el Hermón salte cual toro salvaje. La voz del SEÑOR lanza ráfagas de fuego; la voz del SEÑOR sacude al desierto; el SEÑOR sacude al desierto de Cades. La voz del SEÑOR retuerce los robles y deja desnudos los bosques;
Lo que a muchos les parece la voz audible de Dios (o en otro caso, visiones) realmente son percepciones sensoriales en el interior de nuestro cerebro. Toda percepción que nuestra mente capta a través de uno de nuestros sentidos es un estímulo neuroquímico en alguna parte de nuestro cerebro.
En este video se muestra cómo funciona el cerebro. Es un proceso dinámico en el que las neuronas se conectan y desconectan de una manera asombrosa para almacenar todas nuestras ideas, memorias, pensamientos, percepciones y audiciones. Dios usa este mecanismo, que Él mismo diseñó, para comunicarse con nosotros. En mi caso, me gusta llamarlo “injerto de ideas”. Cuando el Espíritu de Dios toma control de mis neuronas y sus respectivas conexiones electroquímicas, precede a injertar, trasplantar y vincular pensamientos, experiencias, conocimiento previo, para mostrarme lo que Él quiere. Por ello el conocimiento previo que tenemos de la Biblia juega un papel importantísimo. Dios usa ese contenido almacenado en forma dispersa en nuestra mente y corazón para conectarlo en el momento oportuno y hablarnos a través de esas conexiones en lo interno de nuestra mente.
¿Puedes distinguir la verdadera voz de Dios?
Cuando Dios nos habla lo hace de una manera similar como lo hizo con Elías posterior a la experiencia de Monte Carmelo (I Reyes 19:8-16):
8 Elías se levantó, y comió y bebió. Una vez fortalecido por aquella comida, viajó cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios. 9 Allí pasó la noche en una cueva. Más tarde, la palabra del SEÑOR vino a él.
– ¿Qué haces aquí, Elías?- le preguntó.
10– Me consume mi amor por ti, SEÑOR Dios Todopoderoso- respondió él-. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!
– Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí.
Como heraldo del SEÑOR vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el SEÑOR no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el SEÑOR tampoco estaba en el terremoto. 12 Tras el terremoto vino un fuego, pero el SEÑOR tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. 13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le dijo:
– ¿Qué haces aquí, Elías?
14 Él respondió:
– Me consume mi amor por ti, SEÑOR, Dios Todopoderoso. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!
15 El SEÑOR le dijo:
Regresa por el mismo camino, y ve al desierto de Damasco. Cuando llegues allá, unge a Jazael como rey de Siria, 16 y a Jehú hijo de Nimsi como rey de Israel; unge también a Eliseo hijo de Safat, de Abel Mejolá, para que te suceda como profeta.
Escuchar es sinónimo de obedecer
Con gran frecuencia la primera cosa que Dios nos dice cuando decide hablarnos es “¿Qué haces aquí?” En otras palabras, ¿Qué has hecho con tu vida? ¿Qué estás haciendo en este lugar a donde no te mandé? ¿Qué estás haciendo en esa relación romántica que no me agrada? ¿Qué estás haciendo en ese trabajo donde no perteneces? Buscamos la voz y dirección de Dios en los momentos de problemas y crisis y lo primero que Dios nos va a decir es: “¿Qué haces aquí?”
Hay dos momentos en esta narrativa. En el primero, Elías recibe palabra (דבר dabar) del Señor (vr. 8) y en el segundo oye (שׂמע shama, que también significa obedecer, atender, escuchar) la voz de Dios (vr. 13). Hay diferencia entre recibir palabra del Señor y escuchar la voz de Dios. Es interesante que la respuesta de Elías en ambos casos fue exactamente la misma. Muchos de nosotros recibimos mucha Palabra del Señor pero no hemos aprendido a escuchar la voz de Dios y lo peor es que no distinguimos la diferencia, respondiendo igual a ambas experiencias cuando son muy diferentes. La diferencia consiste en discernir la manifestación de Dios en el mundo natural (viento recio, terremoto, fuego o silbo suave). Hasta que Elías afina su oído y mente para discernir en cuál de estas manifestaciones realmente está la presencia de Dios es que está listo para escuchar y obedecer. Las instrucciones que Dios le da la primera vez son muy sencillas: «Sal y ponte a la entrada de la cueva». Cuando recibimos palabra, Dios nos habla de una manera muy sencilla, solo nos da las instrucciones para el futuro inmediato, para el día a día. Mucha gente se conforma con eso. En contraste, cuando Elías oye la voz de Dios, las instrucciones son para el futuro lejano, ¡son instrucciones de impacto trascendental! Nada menos que ungir a dos nuevos reyes y a su sucesor, el profeta Eliseo.
La presencia de la gloria de Dios
Otras condiciones necesarias para ejercitarnos en escuchar la voz de Dios las encontramos en la experiencia del pueblo de Israel en el desierto. Éxodo 40:34-35 nos dice que Dios manifestaba su presencia en medio de su pueblo por medio de una nube de gloria.
34 En ese instante la nube cubrió la Tienda de reunión, y la gloria del SEÑOR llenó el santuario.
35 Moisés no podía entrar en la Tienda de reunión porque la nube se había posado en ella y la gloria del SEÑOR llenaba el santuario.
Dios no va a hablarte si su presencia y su gloria no está presente en medio del campamento de tu vida. Esa nube era sombra y protección en el día y fuente de luz y calor durante las frías noches del desierto. Pero ¿quién seguía a quién? ¿La nube seguía al pueblo o viceversa? La nube era más que un simbolo de la presencia de Dios. Es lo que en este mensaje estoy llamando “el semáforo de Dios”. Lee en tu versión favorita el siguiente pasaje:
NVI – Números 9:15-23 | RVR – Números 9:15-23 |
15 El día en que se armó el santuario, es decir, la Tienda del pacto, la nube lo cubrió, y durante toda la noche cobró apariencia de fuego.16 Así sucedía siempre: de día la nube cubría el santuario, mientras que de noche cobraba apariencia de fuego.17 Cada vez que la nube se levantaba de la Tienda, los israelitas se ponían en marcha; y donde la nube se detenía, allí acampaban.18 Dependiendo de lo que el SEÑOR les indicara, los israelitas se ponían en marcha o acampaban; y todo el tiempo que la nube reposaba sobre el santuario, se quedaban allí. 19 No importaba que se quedara muchos días sobre el santuario; los israelitas obedecían el mandamiento del SEÑOR y no abandonaban el lugar.20 Lo mismo ocurría cuando la nube reposaba poco tiempo sobre el santuario: cuando el SEÑOR así lo indicaba, los israelitas acampaban o se ponían en marcha.21 A veces la nube se quedaba una sola noche; pero ya fuera de día o de noche, cuando la nube se levantaba, los israelitas se ponían en marcha.22 Aunque la nube reposara sobre el santuario un par de días, un mes o más tiempo, los israelitas se quedaban en el campamento y no partían; pero cuando se levantaba, se ponían en marcha.23 Cuando el SEÑOR así lo indicaba, los israelitas acampaban o se ponían en marcha. Así obedecían el mandamiento del SEÑOR, según lo que el SEÑOR les había dicho por medio de Moisés. | 15 El día que el tabernáculo fue erigido, la nube cubrió el tabernáculo sobre la tienda del testimonio; y a la tarde había sobre el tabernáculo como una apariencia de fuego, hasta la mañana.16 Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego.17 Cuando se alzaba la nube del tabernáculo, los hijos de Israel partían; y en el lugar donde la nube paraba, allí acampaban los hijos de Israel.18 Al mandato de Jehová los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehová acampaban; todos los días que la nube estaba sobre el tabernáculo, permanecían acampados.19 Cuando la nube se detenía sobre el tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehová, y no partían.20 Y cuando la nube estaba sobre el tabernáculo pocos días, al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían.21 Y cuando la nube se detenía desde la tarde hasta la mañana, o cuando a la mañana la nube se levantaba, ellos partían; o si había estado un día, y a la noche la nube se levantaba, entonces partían.22 O si dos días, o un mes, o un año, mientras la nube se detenía sobre el tabernáculo permaneciendo sobre él, los hijos de Israel seguían acampados, y no se movían; mas cuando ella se alzaba, ellos partían.23 Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían, guardando la ordenanza de Jehová como Jehová lo había dicho por medio de Moisés. |
Obediencia ABSOLUTA
Cuarenta años de caminata errante en el desierto con un pueblo de cerca de dos millones de personas no fue cosa ligera. Acomodar esa cantidad de personas en cualquier lugar y especialmente movilizarla periódicamente requería una logística asombrosa y era una responsabilidad grande. Imagina el pueblo acomodado, cada quién bien instalado, y de repente ¡La nube empieza a moverse! ¡Las trompetas están sonando! Este movimiento requería obediencia absoluta. Dios se asegura de nuestra obediencia antes de hacernos escuchar su voz. Esta es una condición no-negociable. Dios no va a perder el tiempo hablando a alguien que no va a escuchar y menos alguien que no va a obedecer.
El semáforo de Dios solo tiene dos posibles instrucciones. De todas las maneras en las que podemos escuchar la voz de Dios y recibir dirección de Él, esta es la más básica y en la cual Él pone a prueba nuestra obediencia. Aun para aquellos que no se han ejercitado en discernir la voz de Dios (como Elías), funciona el semáforo de Dios.
El semáforo de Dios solo tiene dos luces: rojo y verde. Cuando la nube se movía, todo el mundo se movía. Cuando la nube se detenía, todo el mundo paraba y acampaba el tiempo que fuera necesario. De la misma manera, en cada situación de la vida, en cada dilema y encrucijada, Dios va a mostrarte una de dos cosas: Adelante, marcha, muévete, o, Alto, detente, no te muevas.
La vida en amarillo
Somos nosotros a los que nos gusta vivir la vida en amarillo. El amarillo de nuestra luz de tráfico significa diferentes cosas para diferentes personas. Para algunos puede ser disminuir velocidad, precaución y prepararse a frenar, pero para la mayoría significa pisar el acelerador y hacer el intento de cruzar antes de la luz roja, aunque con frecuencia nos sorprende y todavía vemos uno o dos carros pasando después de nosotros.
No hay tal cosa como una luz amarilla en el semáforo de Dios. No se en qué parte de la Biblia se basan los que enseñan tal cosa. No encuentro a Dios diciendo “Espera”. Si Dios dice “espera” en alguna parte, lo que realmente está diciendo es “No” y es lo que no nos gusta escuchar. Él no alimenta duda ni incertidumbre en sus hijos. Dios es un Dios de certeza, no de incertidumbre.
Conclusion
Cualquiera que sea la encrucijada en la que te encuentras en este momento, te invito a que pongas a prueba el semáforo de Dios. Las condiciones para escuchar la voz de Dios: 1. Sosegar la mente y el corazón para distinguir la verdadera voz de Dios 2. Dejar que la plenitud de la presencia de Dios, su nube de gloria, ocupe el centro de tu vida 3. Estar dispuestos a obedecer.