¿Profetas o charlatanes?

«Tengo una palabra para ti».  «Recibí palabra en relación a tu problema».  «El Señor te dice…»  Estas son frases que se escuchan con cierta frecuencia en congregaciones evangélicas donde determinados hermanos buscan ministrar de esta forma y por la manera que lo hacen se les reconoce como «profetas».  Muchas de las cosas que se anuncian sobre la vida de otros se cumplen, otras no.  Algunas toma meses y aun años para que lleguen a cumplirse, con frecuencia sin tener memoria exacta de lo que se dijo.  ¿Qué determina la autenticidad de estos que afirman tener una palabra profética sobre la vida de alguien?

Hablar en nombre de Dios es una función delicada que representa una gran responsabilidad para quien afirma tener un don profético.  Esta función coloca al presunto profeta en una posición envidiable de influencia sobre la vida de otros que aceptan su palabra como si realmente fuese palabra de Dios.

Curiosos en el parque

Crecí cerca de un parque muy concurrido los días domingos por gente de baja condición social.  La gente que ha tenido poca o ninguna educación suele ser presa fácil de mercachifles, que venden toda clase de pomadas y artilugios.  Lo que más impresionaba mi susceptible mente infantil eran los «magos» y «adivinos».  Después de ejecutar una serie de trucos, una persona de traje llamativo se sentaba con los ojos vendados al centro del círculo de gente curiosa. Luego era interrogado por una asistente respecto a alguna persona en el público.  Después de adivinar sin el menor titubeo sobre el color de la camisa, o la clase de zapatos que llevaba puesta esta persona, comenzaba lo verdaderamente interesante. «A usted le tienen envidia, hay personas que quieren su mal, usted es una persona que sufre mucho, usted no está contento en su trabajo» eran algunas de las frases que cada persona confirmaba como ciertas, arrancando expresiones de asombro entre el público.  ¡Luego reparé que tales cosas podían ser ciertas para casi todos los que estaban allí!  El truco para adivinar colores de camisa y zapatos eran un simple código entre interrogadora y adivino. Los supuestos poderes de adivinación eran un vulgar truco callejero que tomaba ventaja de la ignorancia de la audiencia.

Ahora me traslado a algunas de nuestras iglesias y escucho frases como «El Señor dice: He aquí yo he visto tus lágrimas, yo te conozco. Yo te prosperaré, traeré bendición sobre ti. Si tu confías en mí y me das tu corazón yo sanaré tu enfermedad» etc. ¿Quién de estas iglesias llenas de gente sufriente no se identifica con estas palabras? ¿Quién no se aferra a estas palabras y las toma como proféticas? Y la persona que las pronuncia, gana la reputación de tener línea directa con el Lugar Santísimo, por lo que goza de la admiración y aprecio de todos.

En este momento ya veo a algunos de mis lectores buscando piedras para lapidar al que esto escribe.  Otros tienen martillos y clavos prestos para crucificar a este blasfemo y los más osados ya preparan la leña y el fuego para la hoguera donde este insolente bloguero pueda expiar sus ofensivos pensamientos. ¡No tan de prisa! ¿Puedes terminar de leer? Luego lanza todas las piedras que quieras (preferentemente en forma de comentarios o preguntas que nos anime a profundizar estas reflexiones).

Preaching

Comencemos con simples y sencillas definiciones de profeta y ministerio profético.  El profeta es uno que habla de parte de Dios. Un ministerio profético es aquel en donde la palabra de Dios es comunicada por parte de uno llamado a hacerlo.  La forma más natural de ejercer este ministerio no es el discurso extático, con voz dramática a mitad de un tiempo de adoración. Tampoco es la pomposa declaración frente a toda la congregación de un mensaje con dedicatoria para una persona o familia. La función profética más normal en nuestras congregaciones debe ser la predicación fiel de la Palabra de Dios desde nuestros púlpitos. Aunque no tengas un púlpito a tu disposición, ¿estás compartiendo la palabra de Dios? ¿Estás hablando de parte de Dios a la gente? ¡Entonces tienes una función profética en la iglesia de Jesucristo!

En el Antiguo Testamento encontramos a los profetas haciendo estas tres funciones esenciales: denunciar el pecado, llamar al arrepentimiento y/o anunciar el juicio que vendría. Nada más. Nada menos. Toma el profeta que quieras y lo verás cumpliendo una o más de estas funciones. Quienes ejercen —o pretenden ejercer— un ministerio profético en la actualidad, debieran inspirarse en este modelo bíblico. Sin embargo, no los encontramos haciendo ninguna de estas tres cosas. La razón es muy sencilla. Ninguna de las tres les hace populares ni queridos.  En lugar de eso, abundan los mensajes «feel good», orientados a hacer sentir bien a aquellos a quienes los dirigen, en aparente obediencia a 1 Cor. 14:3 («el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos»).

Old_Testament_prophet

Con excepción de los meros inicios con Samuel —el último de los jueces y primero de los profetas, quien promovió incluso el establecimiento de escuelas de profetas, el ministerio profético nunca gozó de gran popularidad.  En tiempos de David, profetas como Natán tenían una fuerte influencia sobre el rey.  Pero fue con Elías y Eliseo que los profetas se convirtieron en personajes aborrecidos y perseguidos. Tal característica persiste hasta el tiempo del juicio y cautiverio que ellos anunciaron.

Al volver del exilio, cuando nueva palabra profética escasea pero las Escrituras ya toman forma, surge una nueva profesión que viene a reemplazar a la de los antiguos profetas: los escribas.  A diferencia del primero de los escribas, el piadoso Esdras, en tiempos de Jesús estos maestros de la ley eran de todo menos una voz profética, ya que hablaban más de sus propias interpretaciones y enseñanzas distorsionadas que de la misma palabra de Dios.  Cualquier semejanza entre aquello y los actuales púlpitos evangélicos ¡no es pura coincidencia!  Al igual que con aquellos temidos escribas, nadie hoy se atreve a cuestionar las cuasi-herejías y divagaciones pseudo-teológicas que —más charlatanes que predicadores, proclaman hoy como si fuese palabra del Señor.

Cualquier persona, sea pastor, apóstol o profeta, que reclama autoridad ilimitada sobre la vida de otros en virtud de la línea directa que afirma tener con Dios, debe ser objeto de nuestro más tenaz escepticismo. Toda «palabra» que esta persona quiera declarar sobre nuestra vida, debe pasar la prueba de consistencia con las Escrituras y tener confirmación por parte del Espíritu de Verdad que mora en nosotros.

Tampoco debemos confundir los dones del Espíritu. Una cosa es el don de profecía y otra cosa son los dones que la Biblia identifica como palabra de sabiduría y palabra de ciencia. Estos maravillosos dones no se han discutido ni discernido suficiente en nuestras congregaciones y aquellos que son objeto de su ministerio suelen confundirlos con palabra profética, cuando su aplicación es diferente para cada persona y cada caso. El sutil efecto de 1 Cor. 14:1 es obvio («Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis»). Hay una obsesión por parte de algunos para tener y ejercitar este don, pero se dejan llevar por estereotipos más que por lo que la Biblia dice al respecto.  Si has de edificar el cuerpo de Cristo con un don profético, hazlo de acuerdo a lo que dice la Palabra de Dios, por ejemplo, «El don de profecía está bajo el control de los profetas» (1 Cor. 14:32 NVI)

Pulpit-BibleNo le pongo ninguna mordaza a Dios si Él elige comunicarse como Él quiera, aun en forma de voz audible como algunos afirman tenerla («El Señor me dijo…»).  A mí, como a millones de cristianos a lo largo de la historia, me habla por medio de su Palabra escrita.  ¡Hay tanta riqueza de revelación, exhortación y consolación en ella que no alcanza la vida entera para escudriñar a cabalidad tal tesoro de Verdad!  Encuentro que aquellos que han tomado gusto por recibir «palabra» oral son usualmente perezosos para leer, estudiar y recibir la Palabra que Dios ya ha dado por medio de la Biblia.  Es más fácil recibir el bocado pre-masticado y digerido de boca de un predicador o profeta que escudriñar lo que Dios tiene para ti en las páginas de la Escritura.

De ello también escribiremos próximamente en este mismo blog.  Por el momento, discierne si la palabra que estás escuchando en tu púlpito favorito o de tu profeta predilecto es más charlatanería que Palabra de Dios.  El Espíritu de Verdad confirmará toda palabra que realmente viene del Padre por medio de su Hijo Cristo, ¡incluyendo todo lo que leas en este blog!

3 pensamientos en “¿Profetas o charlatanes?

  1. Estoy muy de acuerdo que hay que tener cuidado con los que aseveran ser o decir
    que son profetas.hay caracteristicas: 1.mateo 7:20 por sus frutos lo conocereis . 2.isaias 8:20 a la ley y el testimonio. 3.1de juan4:1-2tiene que reconocer que jesucristo vino en carne. 4.deuteronomio18:22tiene que cumplirse lo dicho.

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