Hay diferencia entre mediocridad y medianidad. Encuentro virtud en el arte del equilibrista que gravita entre dos extremos. Soy alguien que no es extremadamente rico ni extremadamente pobre; no recibí la mejor ni la peor educación; los autos que manejo no son los más caros ni los más baratos; la casa donde vivo es un palacio para los pobres pero apenas una choza para los opulentos.
Dios decidió colocar a muchos de nosotros en la mitad del espectro de la vida con la intención deliberada de darnos perspectiva. Es desde esta privilegiada posición al medio que podemos ver arriba y abajo, afuera y adentro, a derecha y a la izquierda. Unos le llaman balance, otros medianidad, yo le llamo medianitud —aunque le pese a la Real Academia y le tome otros diez años aceptar el término. Encuentro una dosis de virtud divina en la capacidad de reconocer tu posición y aprender a ver la vida y el universo desde la medianía donde Dios te ha colocado.
Tomemos el universo en el que habitamos. Tu posición y tamaño respecto al espacio sideral es insignificante. El planeta en que habitas, el sistema solar, la misma vía Láctea, es un minúsculo grano de arena en el mar infinito de las galaxias y el ecosistema astronómico conocido. Pero a través del lente del microscopio somos unos gigantes. Al explorar el universo nanomilimétrico de células, átomos, partículas y hadrones, es fácil sentirse dios del universo cuántico. Estamos justo a la mitad en la escala universal.
Me siento cómodo en la posición socioeconómica de clase media emergente en la que estoy. Me da la oportunidad de tratar con ricos y pobres por igual. Estoy agradecido por mi Mazda 2008 que no me hace envidiar al amigo que tiene el Volvo del año pero me lleva a mi destino con mayor comodidad y seguridad que el pickup modelo ’76 que aun veo circular por las calles. Estoy contento con mi educación que, sin ser un doctorado de Harvard me ha dado lo que necesito para estar mejor que los analfabetas de mi país. No soy el presidente de mi organización, pero tampoco el empleado de menor rango. No viajo en jets privados pero tampoco en autobús de tercera clase. ¡Me considero afortunado cuando la aerolínea comercial me da un ascenso de cortesía a clase ejecutiva! La oración del sabio en Proverbios 30:8 («no me des pobreza ni riqueza»), es la clase de vida de la que Pablo testifica cuando dice:«Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» (Fil. 4:12-13 NVI)
Empecé a reflexionar y a vivir con perspectiva cuando estaba justamente en la medianía de la vida. En esa década de los cuarentas, a medio camino entre la cuna y la tumba, es cuando aun posees salud y energía pero ya adquiriste suficiente sabiduría y experiencia para dar lo mejor de ti. Puedes ver a los viejos con compasión y a los jóvenes con empatía. Empiezas a cosechar en relativa prosperidad el resultado del duro trabajo de décadas anteriores.
No importa hacia donde vea o cuál sea el objeto de mi reflexión. Sea el vecindario donde vivo, el país donde nací, la era que me tocó vivir, el tamaño de televisor que tengo, la ropa que me pongo o mi jerarquía en la empresa; en todo me veo atrapado a la mitad. A la mitad de la historia, del continente, de la sociedad y del universo, estoy agradecido por esta medianitud y comprometido a vivir con sabiduría y perspectiva desde esta posición privilegiada en la que Dios me ha colocado.
Dios nos cuida y nos guarda de formas que no entendemos y nos cuida con u propósito.
Todavía tiene mucho que dar con su trabajo y su testimonio. Doy gracias a Dios por permitirme
compartir con personas como usted, espero poder seguirlo en su blog, se que tengo mucho que
aprender de usted.Dios lo bendiga
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