Happy…

Pharrell_Williams_HappyPharrell Williams logró en 2015 poner a medio mundo a bailar al ritmo de la canción “Happy”, la cual fue el tema del primer video musical de 24 horas donde gente de toda raza, tribu, lengua y nación se mueve al compás de la pegajosa melodía.  Las siguientes líneas se repiten en el coro, intercalando armoniosamente la frase “Porque soy feliz” (Because I’m happy).

Ven si te sientes como una habitación sin techo,
Aplaude si te sientes como si la felicidad es la verdad,
Aplaude si sabes qué es la felicidad para ti,
Aplaude si sientes que es lo que quieres hacer.

Ciertamente la felicidad es algo que algunos creemos sentir pero todos deseamos tener.  Más que un sentimiento, la felicidad es un estado al cual todos anhelamos llegar.  La felicidad es la suprema aspiración, la meta de todo ser humano, el bienestar máximo que resume lo mejor que podemos desearle a alguien.

En ocasiones especiales, el buen deseo de ‘happy birthday”, ‘feliz navidad’ o ‘feliz año’ está a flor de labios y punta de dedos. Esos superficiales saludos —que particularmente abundan en redes sociales— no debieran encontrarse en los labios o muros de Facebook de los cristianos.

Tres razones:

1. La felicidad no es un objetivo de vida del auténtico cristiano.  En ninguna parte de la Biblia Dios promete ni garantiza la felicidad, mucho menos manda a buscarla.  La felicidad es una ilusión, una utopía a la que aspiramos pero que los cristianos no hemos sido llamados a hacerlo un propósito de vida.  No nacimos para ser felices o buscar la felicidad de manera obsesiva.  La Biblia describe de una manera diferente ese estado ideal del pueblo de Dios en el cual se disfruta bienestar y suprema realización de sueños y anhelos.  Se le describe con palabras tales como “shalom” y se caracteriza por justicia, paz y gozo (Rom. 14:17), pero nunca felicidad como tal.  La felicidad es un sub-producto que se encuentra en el camino de búsqueda de algo más grande y trascendental como es el reino de Dios y su justicia (Mt. 6:36).  La felicidad no es una meta ni una aspiración, sino algo que a Dios le complace darnos con otros nombres tales como “bendición” (Deut. 28) o “vida en abundancia” (Jn. 10:10).

2. Feliz año nuevo, feliz cumpleaños o feliz navidad son expresiones que no reflejan una visión cristiana de la vida.  Esos automáticos saludos expresan un buen deseo de la manera incorrecta.  Aquí la buena intención no vale.  Lo que esas frases en realidad dicen es: “Espero que en este día (o año) puedas cumplir tus deseos y llenar tus necesidades de tal manera que eso te haga sentir que eres feliz”.   Aun peor es cuando de forma poco reflexiva repetimos clichés como ‘feliz navidad y próspero año nuevo’, donde en forma clara y sin ambigüedad equiparamos la felicidad a bonanza material.  A la persona que le dedico una frase como ‘feliz cumpleaños’ o ‘feliz día de la madre’ le estoy dando un buen deseo para un día en particular, pero ¿qué del resto del año o de su vida?  Nuestros saludos quedan atrapados en la temporalidad de la ocasión cuando lo que Dios desea para nosotros es algo más permanente que la Biblia describe como bendición.  Las cosas que vemos hacer a los hijos de Dios en la Biblia no es desear felicidad, ¡es bendecir a otros!  Las palabras que debieran estar en nuestros labios, muros de Facebook y chats de WhatsApp son palabras de bendición de Dios, no superfluos deseos de felicidad.

3. La dicha para el cristiano no tiene nada que ver con el concepto de felicidad según el mundo presente.  Lo que está detrás de nuestros saludos es el genuino deseo que la persona amada goce de relativa prosperidad material, buena salud y sobre todo, que reciba amor, aprecio y admiración de familia y amigos.  Tales bien intencionados deseos no reflejan lo que Jesús opina sobre la felicidad humana en esta tierra.  En la única oportunidad que Jesús describe algo parecido a una aspiración por tener felicidad (las bienaventuranzas de Mateo 5), hace una contrastante descripción de las maneras de lograr ese estado.  Allí se lista cosas que pueden considerarse todo lo opuesto a la felicidad, tales como llorar o sufrir persecución, ¡no precisamente lo que ahora se considera la fórmula de la felicidad!

Ni Jesús ni el Padre se contentaron con desearnos bienestar supremo en forma de bendiciones o bienaventuranzas.  Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento encontramos descripciones muy claras de cómo luce un hombre feliz o una mujer dichosa.

Ser bienaventurado es superior a ser feliz; el gozo del Señor es más grande que la felicidad humana; disfrutar la bendición de Dios es más que tener satisfactores materiales.

Sea en el Salmo 1 o en las historias que Jesús contó que llamamos parábolas del reino se retrata una imagen diferente a nuestro concepto de felicidad.  De la misma manera, cuando nosotros deseamos felicidad a alguien nos quedamos cortos si no les mostramos exactamente cómo luce ese bienestar que les estamos deseando y —más importante aún, si no les mostramos la manera de obtenerlo, apoyándoles para lograrlo.  Eso se llama bendecir, lo cual es más grande que un mediocre saludo de ‘feliz cumpleaños’ o ‘feliz año’.

Feliz Año NuevoMe angustia saber que durante todo este mes de enero cada persona con la que hable me saludará o se despedirá con el consabido ‘feliz año’; que en mi cumpleaños volveré a recibir los conocidos ‘happy birthday’ y que la próxima Navidad volverán a resonar a mi alrededor los ‘merry Christmas’ y ‘feliz navidad’.   Me propongo responder con la sonrisa más sincera posible “…y bendiciones del Señor para ti también”, sabiendo que la intención de mis hermanos es buena aunque estén usando frases que no expresan debidamente lo que quieren desearme.  Los que puedan y quieran, ¡cambiemos la cultura cristiana! reflejando en todo nuestro hablar una cosmovisión cristiana de la vida que nos hace ser, más que solamente felices, ¡bendecidos y bienaventurados!

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