¿Disciplina o Castigo?

Sad boyGuillermo levanta sus brazos en un gesto inútil de protección.  El manotazo inmisericorde de su padre golpea de lleno su rostro, al mismo tiempo que lo recrimina por no haber cumplido con toda la venta de diarios del día.  Silvia no encuentra nada que hacer.  Su mamá le ha prohibido ver televisión por una semana, en “castigo” por haber roto uno de los adornos favoritos de la casa.

Todos estamos de acuerdo en que es responsabilidad de los padres corregir y disciplinar a sus hijos.  Tanto la Biblia como los parámetros culturales universales asumen que los adultos son los responsables de velar por la formación de los niños (Heb. 12:9).  En lo que no todos estamos de acuerdo es en la manera como esta formación debe realizarse.  Lo que para unos es un moderado procedimiento disciplinario, otros podrán calificar de maltrato, abuso y hasta brutalidad.  El auge en la vindicación de los “derechos del niño” ha hecho que muchos adultos se inhiban en la aplicación de una disciplina que, aunque tenga fundamento y respaldo bíblico, se cree que pueda afectar la autoestima del niño, amén de las consecuencias jurídicas que pueda tener ante los tribunales.

Parte del problema radica en la confusión que surge en torno a los términos que usamos para describir lo que hacemos en relación a los niños.  Hablar de disciplina es sinónimo de castigo y ese es un grave error, tanto bíblico como semántico.  Es lamentable que los mismos evangélicos hayamos contribuido a esta confusión.  Cuando un hermano ha cometido un pecado escandaloso es puesto “en disciplina” al limitarle sus privilegios y prácticamente recibir un “castigo” de parte del liderazgo de la iglesia.

Cuando la Biblia habla de disciplina, lo hace en términos de proceso, no de un acto particular.  Efesios 6:4 dice a los padres que deben criar a sus hijos “en disciplina y amonestación del Señor”.  La crianza es un proceso cuyo parámetro principal es la disciplina conforme al Señor, un término griego cuya connotación abarca todo lo relacionado con la instrucción de lo bueno y la corrección de lo malo.  La palabra enfatiza el proceso que debe realizarse especialmente entre niños de corta edad, cuyo carácter es más moldeable por estar en los años más formativos de su vida.  Es la misma raíz de la que se derivan las palabras castellanas “pediatra” y “pedagogía”.

En contraste, el castigo es solamente el recurso extremo que debe aplicarse cuando el proceso disciplinario llega a sus últimas consecuencias.  Ese es el modelo que vemos en Dios mismo tratando con Israel a lo largo del Antiguo Testamento.  Después que Dios ha establecido las normas y leyes en base a las cuales Israel debe ajustar su conducta (primer paso en el proceso disciplinario que la mayoría de padres y maestros fallamos en seguir), advierte las consecuencias y posterior castigo que vendrá si estas normas son desobedecidas (Deut. 28).  Al revisar la historia bíblica notamos que Dios apeló a otros recursos disciplinarios antes de enviar castigo sobre su pueblo.  De la misma manera, padres y maestros debemos agotar otros medios legítimos de disciplina que corrijan actitudes y conductas indeseables en los niños.

Algunos de los medios disciplinarios recomendados los encontramos en la misma Biblia y otros pueden derivarse de principios bíblicos.  Entre ellos están:Redhead

  • Pedir directamente al niño que cambie su conducta o actitud, señalando la norma específica que está quebrantando con su proceder.  En todo este proceso el tono firme de la voz debe evidenciar la autoridad con la cual se está actuando.
  • Advertir las consecuencias que vendrán si la conducta no cambia
  • Confrontar directa (y preferentemente a solas) al niño con su conducta
  • Aislamiento de prueba, manteniendo al niño dentro de su campo visual
  • Ignorancia a propósito; algunas veces los niños solamente se comportan mal para llamar nuestra atención, por lo que ignorarlos puede disuadirles a no continuar con su mala conducta.  Asegúrese de darles su atención cuando su conducta es positiva para estimularles a la buena conducta.
  • Supresión o limitación de privilegios
  • Consecuencia natural de la transgresión; la mayoría de veces es suficiente para que los niños y jóvenes reflexionen y recapaciten acerca de sus actos, haciendo innecesario cualquier castigo.  Si la mamá de Silvia en el ejemplo al inicio de este artículo, en lugar de prohibir la televisión (un castigo sin ninguna relación con la falta cometida), simplemente hace que Silvia intente reparar el adorno roto, o si es imposible repararlo, que ella tenga que pagar de su propia mesada, o hacer algún trabajo para poder obtener el dinero necesario para restituir lo que rompió, será una consecuencia natural suficientemente dolorosa para que la niña recuerde no volver a hacer algo así.  Recuerde, esto no es un castigo.  Simplemente es aplicar el principio bíblico de restitución por el daño causado (Ex. 21 y 22).

Si el uso de todos los posibles medios de ejercer disciplina no obran el resultado deseado, entonces debe recurrirse al castigo.  El castigo puede definirse como la aplicación de la disciplina correctiva en las áreas de la vida de la persona en donde causen un dolor que le conduzca a cambiar las conductas o actitudes que motivaron el castigo.  En ese sentido, hablamos de la aplicación de castigo corporal en los niños pequeños, entendiendo que el área física es el área más en donde el dolor experimentado es suficientemente intenso, temporal y relativamente inofensivo (dependiendo de la intensidad del castigo).  En lo que muchos psicólogos y médicos cristianos coinciden es que el daño emocional causado por agresión verbal es mucho más doloroso para el espíritu del niño que la aplicación racional y balanceada del castigo corporal.

Es vital subrayar que el castigo corporal aplicado por los padres está bíblicamente fundamentado (Prov. 10:13; 13:24; 22:15; 23:13,14; 26:3; 29:15).  Basados en la etimología de la palabra hebrea “muchacho” usadas en estos pasajes bíblicos del libro de Proverbios, es importante notar que el castigo corporal solo debe ser aplicado en niños y no en adolescentes o jóvenes.  Es recomendable que haya un testigo para evitar posteriores acusaciones de abuso o maltrato excesivo.

Algunos lineamientos importantes que deben observarse al aplicar cualquier tipo de castigo son:

  • Debe aplicarse como último recurso, después de haber agotado otros procedimientos disciplinarios
  • El castigo no debe significar rechazo. Estar atentos al sentimiento, actitud y reacción del niño.
  • Debe provocar un sentir de dolor, pérdida, en una proporción sabia y justa en función de la edad, preferencias y personalidad del niño, así como la dimensión de la falta cometida.
  • Bíblicamente solo hay fundamento para aplicar castigo en casos de rebelión o desobediencia.  Otras causas deben ser manejadas con otros procedimientos disciplinarios.
  • Aún el castigo, como toda disciplina, debe ser una demostración de amor y preocupación por la formación de los niños y jóvenes a nuestro cuidado (Heb. 12:5-6)

El lineamiento bíblico más claro tocante a este tema, se encuentra en la epístola a los Hebreos 12:5-11, el cual es recomendable que todos los que están al cuidado de niños, padres, maestros, tutores, familiares, usen como referencia para fundamentar nuestra práctica disciplinaria.  El modelo de Dios en su trato disciplinario con nosotros, sus hijos, es el ejemplo más claro para enmarcar nuestra práctica disciplinaria con los niños encomendados a nuestro cuidado.

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