Poder y Humildad

big-bang-Reach_Out_and_TouchEs triste observar lo que sucede cuando una persona llega a una posición de poder y la manera como ese ejercicio de poder corrompe su corazón por muy íntegra que haya sido. El manejo del poder y la autoridad es una de las pruebas más desafiantes para aquellos en lugares de liderazgo. No importa si eres gerente de una gran compañía, funcionario público o una madre de familia. Todos tenemos una esfera de influencia que conlleva cierto ejercicio de poder. La manera en la que ese poder se ejercita habla mucho de tu carácter.

El poder tiene un efecto embriagante en aquellos que lo poseen. El político que es coronado triunfador rápidamente olvida todas las promesas de campaña en donde se presentó como una persona digna de confianza y encuentra muy fácil abusar del poder recibido para su propio beneficio. Algo sucede en el corazón del trabajador que recibe la promoción a un cargo ejecutivo que le lleva a abusar su recién estrenada autoridad.

John Dickson, en su libro Humilitas (2011) define humildad como «la disposición a ejercer poder en servicio de otros». Considera esta definición por un momento. Casi nadie tiene problemas para recibir y ejercer poder por el beneficio personal que esto representa. De hecho, se afirma que la necesidad de poder es la más importante en la vida de un adulto después de satisfacer su necesidad de dinero (¡aunque usualmente el poder viene acompañado de una buena remuneración monetaria!). Pero la disposición a utilizar el poder —no en beneficio propio sino en beneficio de los demás, es algo que no es fácil.

707

Las demostraciones de poder que encontramos en el ministerio de Jesús son todas asombrosas y singulares. Sanidades, expulsión de demonios, multiplicación de panes y peces, caminar sobre las aguas, calmar una tempestad; todos fueron actos que desafiaban las leyes físicas conocidas y que despertaron el asombro de aquellos que los presenciaron. Sin embargo, nada de esto mareó el ego del Señor como para utilizarlo en ganar ventaja económica o política sobre sus adversarios o reclamar privilegios especiales. En cada acto sobrenatural que el Señor realizó prestó un servicio en favor de otros, estableciendo claramente su autoridad tanto sobre la esfera material como la esfera espiritual. Es por ello que Él constituye el ejemplo supremo de humildad.

Al pensar en la cuota de poder que Dios te ha confiado, sea ésta grande o pequeña, piensa por un momento, ¿cómo puedo servir a mi prójimo ejerciendo este poder? Haciéndolo con humildad y fidelidad, podrás escuchar algún día las palabras del Señor diciendo «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.» (Mt. 25:21 RVR)

Jesucristo Superestrella

Los genios más brillantes tienen la fama de ser también los seres humanos más insoportables.  Entre más admiración despierta el talento musical, la innovadora creatividad o el impecable desempeño profesional de alguien, más desafiante es mantener una relación que pueda catalogarse de saludable con tal persona.  Pareciera como si la fama de ser una figura pública chocara con la sencillez de ser una persona que conserva algo de autenticidad en su trato individual.

Jesucristo-superestrellaEse no fue el caso de Jesús.  Él contradice todos los estereotipos de los efectos negativos del estrellato.  Su ministerio en la enseñanza, la predicación y particularmente sanando enfermos le trajo una popularidad instantánea.  Por igual encontramos a Jesús apretujado por una horda de admiradores y curiosos, como a solas en una terraza nocturna con un maestro de la ley, o junto al pozo de Samaria, conversando con una mujer (¡algo inaudito para su época!).  La fama de sus milagros y la autoridad de su enseñanza frente a las multitudes no le impidió darle atención a personas individuales.  Su pasión siempre fue servir y llenar la necesidad espiritual, emocional y física de todo el que le buscó.

Jesús supo tratar a cada persona de acuerdo a su condición y necesidad.  Fue criticado por sentarse a comer con las personas más odiadas entre el pueblo (los recaudadores de impuestos o publicanos) y posiblemente muchos fueron decepcionados al ser alimentados con pan y peces solamente una vez, pero nadie pudo decir que siguió siendo la misma persona después de haber tenido un encuentro con el Maestro de Nazareth.  Su presencia: cautivante; su enseñanza: fascinante; su mirada: inolvidable; todo en él, irresistible, capaz de sacudir lo más profundo de cada corazón y cada fibra del alma.

Jesús fue el mismo en público y en privado.  Cuando estaba con multitudes como en el encuentro personal —especialmente con sus discípulos, siempre reflejó un carácter santo y lleno de amor.  Cuando comparamos al líder de alabanza, que en público despliega una asombrosa unción, pero que en los ensayos trata como basura a sus músicos y técnicos; cuando comparamos al director de reconocidos ministerios que bendice cientos de vidas a lo lejos, más de cerca es un ogro; pero especialmente, cuando comparamos nuestras propias relaciones interpersonales, somos confrontados con la realidad de que no siempre somos los mismos en circunstancias públicas que junto a aquellos que nos conocen en lo privado.

Jesús buscó conectar con la gente de todas las maneras posibles.  Si eso significaba ir a una boda, cambiar sus planes de viaje por bendecir a todo un pueblo a través del testimonio de una mujer y aún, ir a la cruz para tocar las vidas de todos, en todo lugar y todo tiempo.  ¡Que el Señor nos haga más como Él para proclamar este mes su gloriosa resurrección!  ¡La gente no va a creer que Cristo vive si no lo ven encarnado y vivo en cada uno de nosotros!

Ministerio Integral

¿Qué respondes cuando la gente te pregunta “Usted, ¿Qué hace? ¿A qué se dedica?”  Es una pregunta que suele darse cuando estamos conociendo gente por primera vez.  Por supuesto, respondemos algo como “Yo estudio”, o “Me dedico a los quehaceres del hogar”, o “Trabajo en el departamento contable de tal o cual empresa”, “Me dedico al comercio, el ramo de seguros…” o cualquiera que sea su ocupación principal.  Jesus tekton¿Qué crees que hubiera respondido Jesús al hacerle esta misma pregunta?  Sabemos que antes de su bautismo, Jesús se ocupó en el mismo oficio de José, el esposo de María, que era ser carpintero (Mt. 13:55; Mr. 6:3), lo cual no es solamente la imagen que tenemos de alguien que hace mobiliario. El significado amplio de la palabra τεκτων (tekton) traducida como ‘carpintero’ es lo que en Guatemala llamamos un ‘maestro de obra’, un contratista, la persona responsable de una construcción que usualmente sub-contrata a otros para realizarla.  Se usaba también en referencia a las personas capaces de arreglar cualquier cosa, un ‘handy man’; si algo se descomponía en la casa, si algo se rompía, se llamaba al ‘tekton’ para repararlo.

Sin embargo, ese oficio no era para toda la vida.  Se cree que desde el incidente del Templo cuando tenía 12 años, la habilidad que Jesús demostró para hablar y discutir acerca de las Escrituras le representaron poder recibir el título de ‘Rabí’, reservado a los maestros de la ley, probablemente sin haber recibido toda la instrucción formal que la mayoría de ellos recibía, especialmente los miembros de la tribu de Leví.

Los evangelios responden de una manera triple al ver qué fue aquello a lo cual Jesús dedicó la mayor parte de su tiempo.

Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. (Mt. 4:23 RV95)

Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia. (Mt. 9:35 RV95)

Estas palabras representan tres tipos de servicio que Jesús prestó a la gente de su tiempo, e igualmente representa tres áreas de ministerio que nosotros, cristianos del siglo XXI, podemos ofrecer a la gente con la cual nos relacionamos.  Estas tres áreas representan las necesidades del ser humano integral que él vino a llenar y que nosotros también somos llamados a ministrar a nuestros semejantes. Sigue leyendo

El Señor te llama… ¿a qué?

Misioneros para CristoTuvo que haber sido el año ’69 o ’70 porque yo no tenía más de 10 años de edad. La señorita Esther Edwards, misionera en Guatemala, organizaba unos campamentos de verano en Monte Sión, Amatitlán, cada año en el mes de Noviembre y el lema del campamento de aquel año era “Misioneros para Cristo”.  Nadie hablaba de misiones en aquel entonces.  Ahora es un tema popular en las iglesias de América Latina pero en aquel entonces los misioneros eran los norteamericanos que venían a nuestros países, nadie que se enviara de aquí a otras partes del mundo.  Durante toda la semana del campamento fuimos deleitados con las fascinantes historias de David Livingston, Hudson Taylor y otros misioneros llamados por Dios para ir a lugares remotos como Africa y la China.

Al final de la semana la expectativa era saber quién sería el ganador del concurso de contar la historia misionera.  Cada cabaña debía nombrar un representante para participar y contar una historia de la manera más elocuente posible, haciendo uso de la manualidad que habíamos hecho durante la semana. La historia era la misma y yo no estaba muy entusiasmado con haber sido nombrado el representante de mi grupo. Luego de escuchar 8 veces la misma historia, yo me preguntaba qué iba hacer para impresionar al jurado con algo diferente que me hiciera ganar el concurso. Al llegar mi turno, hice mi mejor esfuerzo por narrar de la manera más vívida posible la historia en donde el personaje principal se ofrece a pagar el castigo por la infracción que alguien más ha cometido. Al llegar a la parte culminante de la historia, donde el protagonista está recibiendo los azotes en lugar de su amigo, me doy cuenta que dos de las tres miembros del jurado están llorando.  ¡Mi relato las ha conmovido y no entiendo por qué si ya lo habían escuchado 8 veces antes! Algo desconcertado por sus lágrimas, termino como puedo la historia y vuelvo a mi lugar.

El salón quedó envuelto en silencio… Sigue leyendo

Más de Jesús… más como Cristo

La Biblia al Pie de la Letra_A.J.Jacobs

Hace unos años un libro, best seller en la lista del New York Times en 2008, llamó poderosamente mi atención y no pude resistir la tentación de comprarlo. En una mezcla de sátira, religiosidad profana y algunas verdades bíblicas, el autor A.J. Jacobs se embarcó en la aventura de practicar los principios de vida que la Biblia presenta, intentando demostrar que tal cosa es una tarea virtualmente imposible.  Me bastó leer poco menos de la mitad del libro para hastiarme del tono irreverente del autor. Por ejemplo, Jacobs toma Levítico 19:27 como base para deducir que la Biblia dice que hay que dejarse crecer la barba y así lo hizo durante todo el año que duró su experimento de vivir “bíblicamente”. Hizo otras cosas extremas como no sentarse en ningún lugar por temor que ahí se haya sentado alguna mujer «impura» y hasta buscar gente adúltera para lapidarlos.

20071025_jacobs

Vivir una vida como la que vivieron los personajes bíblicos, seguir el ejemplo de aquellos que la Biblia nos presenta como modelo de una vida que agrada a Dios puede ser verdaderamente desafiante. Pero de todos ninguno más desafiante de imitar que Jesús, el Hijo de Dios, ¡precisamente Aquel cuya conducta hemos sido llamados a imitar como sus seguidores que somos! Pablo dijo “Imítenme a mí, como yo imito a Cristo” (1 Cor. 11:1 NVI). Ser imitadores de Cristo inevitablemente nos hace un modelo a imitar por otros, y eso puede ser el pensamiento intimidante. No queremos ese compromiso, no nos atrevemos a asumir ese desafío. De hecho, las palabras de Pablo nos parecen arrogantes. La realidad es que Dios espera que todos seamos como Cristo.  Es lo que implican las palabras de Pablo en Efesios 4:13 “hasta que todos lleguemos… a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

d-discipleship

Es un tremendo desafío eso de embarcarnos en la aventura de ser como Cristo. Es un proyecto en el que hay que invertir cada minuto de la vida; un proceso que demanda cada gramo de atención y energía que podamos tener; un reto que para la mayoría representa un fracaso casi seguro. Pocos se animan a tomarlo porque nos parece un proyecto imposible, un proceso inacabable, un reto inalcanzable.

No es nada fácil seguir los pasos de Jesús.Es tiempo que aprender más a Jesús para poder ser más como Cristo.

¿Jesús o Cristo?

¿Cuál es la diferencia entre decir Jesús y decir Cristo?  ¿Por qué usamos los dos nombres para referirnos al Señor? Cuando nos referimos a Él por su nombre “Jesús” estamos haciendo énfasis en su humanidad y en su rol salvador.  Jesús (o Yeshúa, ιησουσ, Josué) es un nombre común entre los judíos cuyo significado es “El Señor Salva” (Yahweh salva). En contraste, Cristo no es un nombre sino un título que significa “ungido”.  Es la traducción griega del término hebreo que se refiere al “Mesías” en el Antiguo Testamento. De modo que cuando nos referimos al Señor como JesuCristo (como lo hace Pablo a menudo en sus epístolas, acompañado del título “Señor”) estamos expresando uno de los más grandes misterios de la fe cristiana: la perfecta humanidad de Jesús combinada con la perfecta divinidad de Cristo, o lo que los teólogos han llamado la “unión hipostática”.  No es que el Señor sea mitad Dios y mitad hombre. Durante su tiempo aquí en la tierra, Jesús fue 100% Dios y 100% hombre. El nombre Jesús entonces representa al ‘Hijo del Hombre’, como Él se refería con frecuencia a sí mismo, haciendo evidente su plena humanidad. Jesús es aquel que en su condición humana se acercó a nosotros, es como uno de nosotros, vivió como uno de nosotros, tuvo hambre, tuvo frío, experimentó dolor, manifestó todo un abanico de emociones humanas como las que tú y yo tenemos. Tuvo las mismas limitaciones de tiempo y espacio que nosotros padecemos y sobre todo, estuvo sujeto a experimentar la muerte.  Así lo pone Pablo en Filipenses 2:

5 Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, 6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre. (Fil. 2:5-11 RVC)

Al estudiar la vida de Jesús es necesario hacer un viaje en el tiempo y adentrarse en la narrativa de los Evangelios. Es unirse al grupo de discípulos y seguidores de Jesús y a través de los ojos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan ser testigos en primera fila de los milagros y las enseñanzas de Jesús. Pero—a diferencia de aquellas multitudes que lo buscaban—debe movernos más mera curiosidad en ver un milagro, interés de recibir comida gratis o la morbosidad de verlo enfrentar a los líderes religiososos. Nuestro interés debe ser, simplemente, conocer a Jesús.

Conocer a Jesús

Piensa en la persona con quien has compartido más tiempo de tu vida: cónyuge, padres, hermanos, compañeros de estudio o de trabajo. ¿Cuántos años de matrimonio se necesita para que alguien pueda decir que realmente conoce a su esposo o su esposa?  ¿10? ¿20? ¿30 o 40?  Algunos recién casados dirán “Con un año de casado ¡ya tengo todo lo que necesito conocer!”

k2_faces

Al inicio de la relación con mi esposa Sheny comparamos nuestra aventura matrimonial y el reto de conocernos uno al otro con escalar una montaña. Para aquellos que piensan que iniciar una relación de noviazgo es haber conquistado la cumbre del amor, o que llevar a tu novia al altar matrimonial es como haber conquistado el Everest, debes saber que tienes mucho camino por delante. Así como una montaña se puede ascender por diferentes caras—y hay montañistas que así lo hacen—así también una persona tiene diferentes facetas, diferentes maneras de conocerla y, en el caso de una pareja, de conquistarla. Ahora piensa en Jesús. Si tú crees conocerle por haber leído alguna vez el evangelio de Juan, haber escuchado algunas prédicas o hasta haber leido algún libro, te invito a que no te conformes a lo que crees saber y te propongas conocer a fondo al Hijo de Dios, tal como se manifestó cuando estuvo aquí en la tierra.

Si esta relación con Cristo, este conocimiento de Jesús, es de tanto valor, ¿cuánto tiempo le dedicamos a cultivarla? Cuando una relación es importante para ti lo que uno quiere es pasar tiempo con esa persona, conocerla, que nos cuente todo acerca de él o de ella. Si alguien se interesa en tener una relación romántica, ¡bien haría en estudiar a la persona que le interesa! Saber qué es lo que le gusta y qué es lo que le desagrada.

Google Jesus

Mucha gente estudia a la persona de Jesucristo desde diferentes ángulos. Hay un ángulo biográfico, que nos presenta al Jesús histórico, como la figura que partió la historia en dos. Está el ángulo religioso, donde se representa a Jesús como la persona divina, rodeada de un halo de luz, casi esotérica; lejano e inalcanzable. Está el ángulo filosófico, donde estudiamos el impacto cultural que tuvo la enseñanza de Jesús al moldear la civilización y especialmente el pensamiento occidental. Podemos poner a Jesús bajo la lupa de la teología y volvernos unos expertos Cristólogos, eruditos de todo lo que respecta a la persona y la obra de Jesucristo.  Podemos ver a Jesús desde el punto de vista de todo lo que Él puede hacer por mí, salvarme, redimirme, rescatarme, sanarme, sacarme de mis problemas, consolarme… Solemos leer la vida de Cristo con la mentalidad de “Si Él multiplicó panes y peces por la gente, también a mí me va a proveer todo lo que necesito”; “Si él sanó al ciego, al leproso y al paralítico, entonces también me puede sanar a mí”;  “Si él tuvo compasión de la mujer con flujo de sangre entonces también tendrá compasión de mi”.  Todo es en función de , lo que Cristo puede hacer por mí. Pero todas estas perspectivas carecen de profundidad.

Proponte hacer un peregrinaje de la mano del Señor. Toma esto como una invitación a conocerle más, a tomar el tiempo para estar más con Él.  Más de Jesús… es una frase que expresa el anhelo de un corazón sediento de la presencia del Señor, el clamor de un fiel seguidor del Maestro, no para convertirme en un erudito en Cristología, sino para parecerme más a Él, para pasar cada minuto de mi vida en su dulce presencia; que dondequiera que vaya la gente no te vea a ti, sino a Cristo reflejado en tu vida. Que mis palabras sean Sus palabras, que mi mirada esté llena de Sus ojos, que mis pensamientos salgan de Su mente, que mis manos y pies sean movidos únicamente en virtud de Su gracia y Su poder para hacer lo que Él quiera, donde Él quiera, cuando Él quiera y como Él quiera.

Aprender a Cristo

Después de describir la manera en la cual viven aquellos que no conocen al Señor, Pablo dice en Efesios 4:20-21 (RVR)

20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, 21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.

Notemos que no dice (como lo traducen otras versiones) “aprender de Cristo” o “aprender acerca de Cristo” o “aprender sobre Cristo”. ¿Por qué se traduce “aprender a Cristo”? ¿Recuerdas cuando aprendiste a manejar bicicleta?  ¿O cuando aprendiste a cocinar? No es lo mismo aprender todo sobre como manejar un automóvil, es decir, toda la teoría que involucra conducir un vehículo en la ciudad o en carretera, cuánta fuerza hay que aplicar para aplicar los frenos o la descripción precisa de para qué sirve cada botón y perilla en el panel de control; nada de eso es útil si usted no tiene la oportunidad de sentarse al volante y lanzarse a la aventura de manejar. De la misma manera con Cristo.

Aprender a Cristo (εμαθετε τον χριστον emáthete ton Criston) significa que la persona de Jesucristo se convierte en el objeto de nuestro aprendizaje, el currículum que como cristianos debemos asimilar e interiorizar. No se trata solamente de aprender acerca de Cristo, como un cúmulo de información interesante, sino aprender a Cristo, como se aprende a leer, a cocinar, a manejar bicicleta o tocar un instrumento musical. Es un conocimiento que  se hace de tal manera parte de nuestra vida que se vuelve intrínseco, inseparable, parte integral de nuestro mismo ser. Tus hijos pueden aprender muchas cosas en el colegio, pero si ellos no aprenden a Cristo, ellos no han aprendido absolutamente nada de valor eterno. De todas las cosas que puedes aprender en la vida, de todas las cosas que te puede enseñar la universidad, la experiencia, la vida, la más importante de todas es aprender a Cristo, aprender Sus caminos, andar como Él anduvo. 

Ser como Cristo

mother & baby

Una madre primeriza, de estrato social poco privilegiado y esforzada trabajadora, orgullosa me mostraba las fotos de su bebé de dos meses de nacido. Le pregunté, “Si viniera una pareja de norteamericanos, que no tienen la posibilidad de concebir un bebé propio y le ofreciera medio millón de dólares por su bebé ¿los aceptaría?”  Ante la rotunda negativa de ella, quien no apartaba sus ojos de la foto del bebé en su teléfono móvil, decidí elevar la oferta. “¿Qué tal por un millón de dólares?”  A lo cual ella sin titubear respondió de la misma manera. Antes que yo siguiera con este cruel juego, ella me dijo, “Hay cosas en la vida que no tienen precio. No hay dinero en el mundo que pueda comprar el gozo de tener a mi bebé en brazos cada día al volver del trabajo”. Así es como lo pone el apóstol Pablo en Filipenses 3 (NVI).  Después de enumerar todas las cosas que para él eran motivo de orgullo espiritual (5 circuncidado al octavo día, del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa; en cuanto a la interpretación de la ley, fariseo; 6 en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que la ley exige, intachable.) dice:

7 Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. 8 Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo 9 y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. 10 Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. 11 Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos. (Fil. 3:7-11 NVI)

A la hora de comparar todas las cosas que podemos tener en la vida, las cosas que podemos obtener como resultado de nuestro duro trabajo y sacrificio, todo el dinero, todos los títulos que la vida pueda darnos, tenemos que llegar a la conclusión que conocer a Cristo Jesús, compenetrarnos de la persona de Cristo en nuestra vida, buscar esa semejanza con él, es de mucho más valor que cualquier otra cosa en la vida. Pablo no escatima vocabulario para describir como deshechos orgánicos (lo que otras versiones traducen moderadamente como “basura”) las demás cosas que la vida puede ofrecer comparado con la excelencia del conocimiento de Jesús. Para él está claro que conocer a Cristo Jesús, ganar a Cristo, solamente lo conduce a una unión íntima con él. Conocer a Cristo se vuelve una obsesión tan poderosa que llega a convertirse en una simbiosis, una relación tan interdependiente, que las características de uno empiezan a fundirse con las de la otra persona. Esto es lo que suele suceder con personas que han estado casadas por largo tiempo, llegando en algunos casos a desarrollar hasta un parecido físico, según algunas personas. El intenso deseo de Pablo de llegar a ser semejante a Cristo lo expresó de esta forma en el conocido versículo de Gálatas 2:20:

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (RVR)