El alcoholismo es un problema complejo que carece de solución infalible. Ni médicos, psicólogos o religiosos tienen una respuesta que funciona para todos. Sin embargo, hay esperanza en una singular comunidad cuyos resultados son alentadores.
Cuando beber en exceso se vuelve un problema
La forma anormal, perniciosa y fuera de control en la que algunas personas consumen bebidas alcohólicas, se conoce como alcoholismo. Es una condición que se ha tornado enfermiza y ante la cual ya no es posible hacer nada dentro del terreno médico, moral o psicológico. Quien ha caído en esa situación debe ser considerado como un enfermo grave, que ha perdido todo uso de su voluntad y su razón para resolver por sí mismo su problema. Es por eso que los familiares, médicos y empleadores se desconciertan ante la inexplicable actitud de quien, sabiendo que está a punto de perderlo todo (salud, familia, trabajo) insiste en beber a pesar que sabe que esto le ocasiona graves daños a él y a los que le rodean. A pesar de su inteligencia, buenos deseos y promesas, en algún momento reincide a pesar de la comprensión, perdón y amor que se le prodigue a su alrededor.
El Comité sobre Alcoholismo de la Asociación Médica Americana define el alcoholismo como “una enfermedad en la cual se presenta ansiedad por el alcohol y pérdida de control sobre su consumo” (énfasis del autor). La Biblia, hace miles de años, ya sabía esto. Proverbios 23:29-35 describe al alcohólico y el v. 35 al final está de acuerdo con la definición médica cuando pone en labios del bebedor las palabras “cuando despertare, aún lo volveré a buscar”, a pesar de los desastres que los versículos anteriores describen. Y la obsesión alcohólica también está descrita en Isaías 56:12 “Venid, tomemos vino, embriaguémonos de sidra; y será el día de mañana como este, o mucho más excelente!”. La falsa idea del alcohólico de que “la siguiente vez” no le van a ocurrir las desgracias de la última vez que bebió es la obsesión más irracional que caracteriza el cuadro mental enfermizo que padece.
Israel era un pueblo que culturalmente incluyó el vino como parte sus costumbres alimenticias y sociales. Aun como receta para mejorar algún trastorno de salud, se lee cómo el apóstol Pablo le recomienda a Timoteo en 1 Tim 5:23 “usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades”. El apóstol conocía a Timoteo y sabía que él era un obispo que llenaba el requisito de 1 Tim 3:3 de ser “no dado al vino”, o sea que no tenía problemas con el alcohol. No tenía esa ansiedad ni descontrol por el vino. La Biblia misma reconoce dos muy diferentes tipos de bebedores: el que bebe en forma sobria, controlada y racional y “los que se detienen mucho en el vino” (Pro 23:30), o sea “los dados a mucho vino” (1 Tim 3:8).
Actualmente en todas las naciones, culturas y religiones hay personas que beben porque pueden o quieren beber, y cualquier exceso es únicamente resultado de una irresponsabilidad o un error de decisión en una circunstancia aislada. Pero también están los que beben porque una vez que inician ya no pueden dejar de hacerlo. Hay causas y razones en su mente o personalidad que les hace necesario evadir conflictos u obligaciones que no pueden enfrentar sin la “ayuda” del alcohol.
Un problema complejo
No ha sido fácil para médicos, psicólogos, sociólogos o religiosos definir la verdadera naturaleza del problema. Solo admiten que tristemente es un problema complejo en el que intervienen factores mentales, emocionales, corporales, sociales, familiares y posiblemente el más importante: un gran vacío espiritual que es llenado engañosamente con el alcohol, aunque posteriormente ese vacío queda más grande e indefinible.
Por lo tanto, tratar de definir la forma alcohólica de beber, no solo es poco clara, sino desconsoladora. El estudio del alcoholismo todavía no ha producido resultados optimistas en cuanto a la resolución del mismo. Es menester entonces, observar los métodos que han dado resultados más o menos considerables y alentadores. Por la misma naturaleza confusa del problema, se podría decir que no hay dos alcohólicos iguales en todas sus características y lo que daría resultado para unos posiblemente no produciría el mismo resultado para otros.
El tratamiento médico normal de hospitalización para el alcohólico que se encuentra en una embriaguez prolongada con daños evidentes a su salud, solamente restaura el estado meramente físico, pero no elimina el problema mental. No existe la mínima garantía que ese mismo bebedor al poco o mucho tiempo después de ser rehabilitado, pueda volver a beber y repetir el ciclo que haga necesaria otra hospitalización.
El tratamiento psicológico o psiquiátrico ha dado muy poco resultado, según los informes de los mismos profesionales de la psicoterapia. Parece ser que el mismo alcohólico no colabora con el tratamiento, engañando al médico y también ocultando las verdaderas causas y realidades que le hacen beber descontroladamente.
La conversión religiosa ha producido un efecto permanente en un pequeño porcentaje de bebedores necesitados de ayuda, no por ser ineficaz, sino por la misma naturaleza de la personalidad del alcohólico, que carece de la capacidad para ser honesto en sus propósitos pasado algún tiempo después de su conversión. Si no se resuelven todas sus circunstancias interiores, el alcohólico puede sentirse todavía como un “extraño entre extraños” que no comprenden a cabalidad todas sus complicaciones con la vida, con la gente, y con el mundo. No obstante, quien logra rendirse completamente a la ayuda de Dios y permite ser totalmente transformado podría lograr su total recuperación.
Esperanza de restauración en comunidad
Parece ser que la comunidad de Alcohólicos Anónimos (A.A.) es la que ha producido mejores resultados que los métodos anteriormente mencionados, y es porque allí el alcohólico encuentra—no necesariamente una mejor ayuda, sino una ayuda más adecuada para su muy especial problemática. Estos son seres como él, que le hablan con la experiencia vivida y lo invitan a ensayar los mismos métodos que a ellos les han dado resultado para mantenerse sobrios. Se conjuga la ayuda humana adecuada, que viene de gente que sí los comprende, que no los juzga inmorales, ni pecadores , ni faltos de voluntad o de vergüenza, sino de seres que enfermaron—muy probablemente de manera involuntaria—de la más absurda, complicada y destructiva enfermedad.
Pero en A.A. también existe la necesidad absoluta de una genuina conversión. Allí también es Dios el autor del milagro. Los “AA’s” solamente son los instrumentos específicos que necesita el alcohólico; ellos son el testimonio viviente que Dios escogió y diseñó para ser como el lodo a los ojos del ciego, como el agua sucia del Jordán para Naamán y también Dios puede hablar a través de los AA’s como lo hizo de la boca del asna de Balaam. Los AA’s no son los que sanan el alcoholismo de nadie; es Dios el que, por su soberana voluntad, usa las bocas que antes solo tragaban veneno para hablar ahora por medio de ellas, haciendo más audible su voz al oído de los bebedores. Y estos reciben el mensaje con más confianza de otro alcohólico que de un médico, psicólogo, pastor o cura.
El fenómeno más esperanzador que ocurre actualmente en el proceso de curación del alcohólico en A.A. es que el bebedor restaurado, con el tiempo, siente la imperiosa necesidad de buscar más intensamente a Dios y finalmente, está preparado para buscar la Iglesia. La pregunta es, ¿qué está haciendo la Iglesia con estos alcohólicos que buscan a Dios y anhelan tener más que relaciones de empatía con otros alcohólicos como medio de salvación?
Acerca del autor
Oscar Salazar empezó a beber desde su edad adolescente. Su profesión como pianista profesional le hizo particularmente susceptible a estar en situaciones que le hicieron presa fácil del alcohol. Sus legendarias borracheras acarrearon tristeza y dolor a su alrededor durante más de 40 años. Ni sus estudios en la facultad de medicina, ni el hecho de haber crecido en un hogar de profundas convicciones cristianas le fueron útiles para dejar de beber. Llegó a Alcohólicos Anónimos y gracias a su programa pudo dejar de beber por el resto de su vida. Llegó a ser parte del liderazgo nacional de la organización, siendo uno de los exponentes más destacados en las tribunas de los grupos de A.A. A pesar de la naturaleza laica del programa, la espiritualidad cristiana estuvo siempre presente en todo su pensamiento y filosofía de vida hasta su partida en 2009. Escribió este artículo en febrero de 1980.